martes, 11 de mayo de 2010

Quince días después de la Maratón de Madrid 2010


Han pasado ya 15 días desde ese caluroso 25 de abril y todavía se me dibuja una sonrisa cuando pienso en todo lo que supuso ese día para mí. Posiblemente, uno de los días más felices de los últimos años. La mañana empezó tal y como estaba prevista, sonó el despertador a las 7,15 de la mañana y salté de la cama en la que apenas había podido dormir la noche de antes, seguramente por los nervios y la ansiedad de que llegara tan esperado día. Habían sido unos cuantos los rodajes, las Tapias de la Casa de Campo, las vueltas a casa desde el trabajo corriendo...y todo con la mirada puesta en el 25 de abril...y el día llegó. Desayuné como cada mañana, aunque esta vez incluí miel y un plátano (el aporte extra de calorías no me iba a venir nada mal) y después de seguir todo un ritual untando pies, piernas, axilas con vaselina para evitar las temidas rozaduras y ampollas me vestí con el uniforme de todo corredor, sin olvidar mi mp3 y una botellita de agua para ir bien hidratada desde el principio. A las 8,3o había quedado en la Casa de América con unos buenos amigos (Rafa, Elena y Eva) que ya desde antes de correr me estaban dando ánimos y como no podía ser de otra manera, por supuesto, también con Jose...el alma de este sueño y esta locura de correr, y que de no haberle conocido hace ya casi 4 años, yo no me hubiera comprado en la vida unas zapatillas de running y menos, me las hubiera puesto para correr más de 10 minutos (gracias Jose, gracias maestro!!). Junto a él un grupo de amigos que corría la prueba de 10 km. que se disputaba a la vez que la maratón entre los que estaba Mar, muy ilusionada por el que iba a ser su debut en los diez mil metros y que hizo como una campeona. A las 9 la salida, yo pasé por la alfombra de salida como unos 9 minutos más tarde, éramos como unas diez mil personas y el corazón (por lo que decía el pulsómetro) me latía más de lo normal, alterado por la emoción de estar allí, de tener más de 42 km. por delante y por la ilusión de tener a buen número de amigos y familia repartidos por las calles de Madrid, dispuestos a darme ánimos, a compartir mi sueño, a ofrerme todo el cariño de compartir ese día conmigo...El resto fueron 4 horas y 22 minutos en los que me sentí muy afortunada y muy feliz, a pesar de que desde el km. 18 el cuádriceps derecho trató de enturbiarme esa fiesta, pero como una mujer gritaba mientras veía a los corredores pasar: "El dolor es pasajero, pero el orgullo es para siempre", y precisamente orgullosa era lo que me sentía...orgullosa de mis amigos (Cris, Pablo que me esperaban en el km. 14, de Lupe, Ber, Alberto, Sara y el resto de mi familia que les tenía apostados en Callao y que casi no me ven; de David, que tras perseguirme por todo Madrid no me encontró hasta Lago, donde también esperaban Olga, Pedro, Mayka, Belma, Javi, Claudia y Javier; de Javi, con el que hablé por el móvil para decirle que estaba en el km. 30 y el muro aún no había llegado; de Raúl, que a los pies del Manzanares me esperaba para llevarme hasta Retiro, de mis chicos del barrio (la pecera) -Sonia, Juan, M. José, Jesús, Ana y Miguel- que estaban en Pirámides gritando para que no desfalleciera a 5 km. de meta; de Álvaro, que no le vi en Atocha y nos encontramos ya en Retiro...muchos de ellos me acompañaron durante el recorrido e hicieron que desde el km. 14 hasta el final fuera "con la guardia pretoriana" como ellos decían. Esa felicidad es la que me acompaña desde ese día, y cuando pasé por el arco de meta de la mano del pequeño Javier, sentí la satisfacción de un sueño cumplido, un reto alcanzado y un proyecto sobre todo...COMPARTIDO. Gracias a todos.

1 comentario:

  1. Que bonito Judit. Me ha encantado leerte. Me he emocionado. Lo expresas perfectamente. Gracias por nombrarme. A mi estas cosas me enternecen el alma. Para mi eres una supercampeona. Una grande

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